Para un Halloween me compré una máscara de una bruja. La compré precisamente para jugarle una broma a mi hermano, pero al final la "broma" fue para mí mismo.
El 21 de Octubre fui al super mercado a hacer las compras de la despensa. El apogeo de la noche de Halloween podía verse ya en cada pasillo del súper mercado, adornado con murciélagos y calaveras de papel. En el pasillo de desechables y fiestas podía verse un aparador de máscaras con motivo de la celebración. Inmediatamente me llamó la atención la mascara de una bruja de nariz larga, puntiaguda y con una verruga protuberante en la punta de la misma. Lo primero que pasó por mi mente fue, que excelente broma puedo jugarle a mi hermano, aunque ahora que lo pienso, sentí algo de miedo al verla. La dejé en paz, mientras hacía mis compras, pero no puedo negar que la idea me daba vueltas en la cabeza. La loca idea de ponerme aquella mascara de bruja, que aunque me producía cierta repulsión, estaba dando vueltas en mi cabeza queriendo comprarla. Pasillo de lácteos, y la mascara en mi cabeza. Pasillo de desechables, y la maldita mascara en mi cabeza. Es obvio que en una historia de terror pase, pero, ¿en la vida real? Al llegar a la caja, ahí estaba, más tentadora y aterradora que nunca, colgada en donde los cepillos de dientes. Un impulso me hizo meterla en el carrito de compras. Yo siempre con la idea de jugarle la broma a mi hermano... pero algo en el interior me llamaba más la atención. La cajera me cobró los yogures, los enlatados, y llegó la hora de pasar el código de la dueña de mis pensamientos... Una vez. Artículo no reconocido. Otra vez. Lo mismo. Acabaron cobrándola como cualquier otra mascara, porque yo la quería. Y cuando yo quiero algo conmigo, lo tengo.
Llegué a casa de mi hermano... me escondí e hice mi propósito. Cuando salió de su habitación, le he pegado el susto de su vida con la mascara. Reí, reí como nunca en mi vida. Por un momento, al escucharme, sonaba como risa de un loco. Ideas mías. Me pidió que se la prestara para hacerle la misma broma aun amigo suyo. Le dije que no. Que la mascara es mía. Que ni siquiera la tocara. Así pues, la metí en la guantera de mi coche.
Llegué a casa. Como imaginaran, vivo solo. No es una historia de terror sino vives solo en una casa. Bajé las compras, pero había algo en mí. Algo que me decía que me la pusiera. "La mascara" decía. Cansancio, fue lo que pasó por mi mente. Terminé de bajar las compras, y recordé la guantera. Ahí estaba, doblada por la mitad mitad, la mascara de la bruja.
¡Un impulso! Eso me hizo ponérmela apenas había entrado en la casa. Un sentimiento de grandeza me hizo verme al espejo con la mascara puesta, y un toque de locura me hizo sacar la lengua viéndome en él.
De hecho escribo estas palabras con la mascara puesta. Ella me hace reflejar lo que estoy relatando... En ella me oculto antes mis problemas y mis alegrías. Si a alguien han de agradecer este relato, que sea a ella, a mí.