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lunes, 25 de mayo de 2009

Sanitarium

En un blog que tengo por ahí perdido, escribí un relato. Soy aficionado en esto. pero me gusta hacerlo de vez en vez. El caso es que no lo habia terminado, lo habia dejado inconcluso por algunos meses... casi 5!

Hoy por fin me animé a hacerlo, y he aquí el resultado final.

***

Bienvenido a casa….

Una tarde de Otoño como cualquier otra, fresca y húmeda. Pedro se ha mudado esta mañana. Desde que llegó se sintió como si por fin hubiera llegado realmente a su hogar. Es un bonito apartamento, pequeño pero acogedor. El edificio cuenta con varios iguales en fachada y tamaño. El suyo es el número 17. Su casero le da la bienvenida, un tipo alto, fornido. Más que casero parece un guardaespaldas. Le hace algunas preguntas y luego se va. Acomoda sus cosas, que no son muchas, después se echa a dormir un rato.

Despierta ya entrada la noche, no tuvo esos sueños otra vez. Parece que por fin se fueron. Aunque es muy pronto para decirlo. Por la ventana se divisa la luna llena. Blanca como la leche, imponente como reina. La reina de la noche, de la oscuridad. ¿Qué hora es? Parecen ser las 11 o 12 de la noche. Se le olvidó comprar un reloj de pared. Su reloj de pulso… ¿Qué fue de su reloj de pulso? No lo recuerda, y tampoco le interesa buscarlo en este momento, ni le importa ya la hora, pues se siente en completo estado de paz. Relajado.

La ventana está abierta y siente en su cara el aire frío de las noches de octubre. No existe nube alguna, y el tiempo parece haberse detenido. Es una locura, piensa. Locura…

Un ruido lo despierta de su embeleso. Es como si alguien rasgara del otro lado de la pared con su uña. ¿Ratas? Mañana se lo diré al casero, piensa mientras se acerca para escuchar bien. Golpea levemente la pared con su puño cerrado para ver si cesa. Por un momento le parece escuchar un leve susurro, “loco” alcanza a escuchar, desecha esa idea rápidamente. Tal vez fuera el viento, o la tv del departamento de a lado. Concluye que es su imaginación. Necesito un vaso de agua. Junto a su cama hay una jarra con agua y un vaso. Sirve la mitad del vaso y bebe todo de un sorbo.

La ventana es muy pequeña, piensa. ¿Por qué la habrán hecho así? Apenas si puedo ver la luna. Debo comprar unas cortinas… y pintar esas protecciones. Que feos se ven esos barrotes así grises. Es entonces cuando comienza a escuchar las voces de nuevo. Estás loco, le repiten una y otra vez.

De debajo de la cama emerge una mano arrugada y con uñas enormes. El ser que está saliendo ha asomado la cabeza. Tiene cabello cano muy largo y enmarañado, enredado. Pedro horrorizado da pasos unos pasos hacia atrás intentando con todas sus ganas gritar, pedir ayuda. De su voz solo sale un gemido apenas audible. El ser se incorpora y deja ver su rostro viejo y deforme. Ojos inyectados de sangre que parecen ser más pequeños que las cuencas que los alojan. Una nariz larga y puntiaguda con vellos asomando por sus fosas. De su boca, que parecía tener un gesto entre dolor y odio, asomaban unos largos colmillos amarillentos y putrefactos. Hilos de baba le colgaban hasta su pecho desnudo apenas cubierto por pelo tupido con el mismo aspecto que el cabello de su cabeza. Su piel lucia escamosa y ennegrecida, como mohosa.

Al fin Pedro consigue gritar, o más bien aullar, con todas sus fuerzas. Logra llegar a la puerta de su departamento, pero es imposible abrirla. El ser estaba cada vez más cerca. De sus uñas goteaba sangre fresca. Tan roja como el color de las cerezas, tan espesa como leche tibia. Pedro golpeaba su puerta para que los vecinos escucharan y vinieran en su ayuda. Por fin su casero abrió la puerta. ¿Trae algo en la mano? Una jeringa. Inmediatamente llegan otros dos hombres que lo sujetan por los brazos, mientras ve como su casero inserta la aguja en uno de sus bíceps.

Llega un cuarto hombre, que también trae algo consigo, parece una manta. – ¡Pónsela! – Grita uno de ellos. El hombre número 4 mete los brazos de Pedro en las mangas demasiado largas de una extraña camisa. Los extremos sobrantes de las mangas se las pasan para la espalda y las atan. Lo arrastran hasta su cama y lo acuestan en ella. Pedro les intenta avisar que tengan cuidado con el ser, pero el sedante está haciendo efecto ya. Siente desvanecerse. Solo escucha un ultimo murmuro que le dice: – Bienvenido a casa… Y por fin, cae dormido.

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