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viernes, 22 de octubre de 2010

Prólogo.

El estallido de una bala lo despertó. Con la segunda detonación, dio el brinco de la cama y se levantó. ¿Habían disparado en casa? ¿Pero quién? Su corazón latía a mil por hora. Sentía un sudor helado correr por su frente y mejillas. No sabía qué hacer. Su reacción inmediata fue esconderse debajo de la cama. Poco tiempo después, desde abajo, ve a su padre entrar por la puerta que deja entre abierta, y alcanza a ver tirado en el suelo el cuerpo de su madre, con un hoyo en la cabeza y la cara cubierta de sangre. Convulsionaba. Sabía esa palabra porque la había aprendido en la escuela la clase anterior de Biología. Su padre lo llamó por su nombre. – Juan. - La brisa entraba por el umbral de la puerta, y con ella le trajo el olor a licor que destilaba su padre. – ¡¡Juan!! – Gritó ahora. La luz de su cuarto estaba apagada, así que su padre no pudo ver que no estaba en su cama. Apuntó hacia ella y disparó tres veces. Dio la media vuelta y volvió a salir por la puerta cerrándola con un azotón. Juan salió de debajo de la cama rápidamente, abrió la ventana y saltó del otro lado. Fue la última vez que vio su casa, su cuarto… pero no a su padre.